Aprender a rezar

Cuenta un pianista a sus amigos, que cuando deja de tocar un día el piano, él siente que ha perdido facultades, cuando son dos días, dice que hasta su mujer se da cuenta y cuando son tres días lo nota hasta el público. Esta sencilla anécdota, aplicada a la oración diaria me dice que cuando dejamos de hacer poco a poco la oración, nuestro corazón y nuestra interioridad pierden facultades y vamos notando el enfriamiento.

Para una persona que no hace oración, Cristo acaba siendo nada.

Para una persona que no hace oración, Cristo acaba siendo nada, la historia de su alma se anula, tiene el peligro de que su fe se vaya haciendo cada vez más rutinaria, su esperanza se vaya esfumando y su amor cada vez más pobre.

Esta introducción, te quiere ayudar a orar. Enseñarte lo más sencillo de la oración, para que cuando te pongas a “remojo”, casi sin darte cuenta, descubras que tu oración te va transformando.

 
Aprender a rezar, rezando
Aprender a rezar, rezando

¿Como aprender a rezar?

 

A orar se aprende orando. Jesús habló mucho de la necesidad de orar, con palabras y sobre todo con su ejemplo, pero a la hora de decir cómo tenemos que orar no enseñó un método, sino lo esencial de la oración, que debe ser confiada (Abba), con pocas palabras, solitaria y que detrás de nuestra oración tiene que estar la entrega de la vida.
Las claves de la oración cristiana nos las ha dejado en el Evangelio. (Lee despacio Lc 11, 1).

 

La oración cristiana es tirarse de cabeza al Agua Viva, confiando en que el Señor, como el sol, casi sin darte cuenta, va transformando con “Su Sol” tu corazón duro en uno semejante al Suyo.

¿Quieres vivir la aventura más hermosa que soñaste en esta tierra y que no acabará jamás? ¿Averiguar lo que encierra la verdadera Sabiduría? ¿Descubrir que es una “gozada”, aún en medio de la sequedad?

Yo te invito: aprender a rezar a pie descalzo, confiando.

Mete en tu mochila una dosis de esperanza. No te desanimes cuando lleguen las primeras dificultades, pues para llegar a la cima tenemos que andar y caminar. El camino de la oración se hace a “golpe” de perseverancia, de aprender a aburrirse permaneciendo y amando al Señor sin “ser tu nada”.

Te aconsejo que busques a una persona que te ayude y acompañe en el camino de la oración y…. se me olvidaba:

No está la cosa….

  • en pensar mucho,
  • Ni en imaginaciones calenturientas,
  • O en “sentir”
 

Está en:

  • permanecer amando,
  • ofrecerse en confianza,
  • pensar amando,
  • atento a lo interior,
  • trato de amistad,
 

Aprender a rezar en 6 pasos:

 

1) Aprender a rezar: Mira al Sagrario.

 

Dios es amor (1 Jn 4, 8), el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo quieren vivir en tu corazón, “hacer en ti morada”.

Aprender a rezar mirando al Sagrario
Una mirada al Sagrario

Ahora que quieres comenzar a orar, debes de caer en la cuenta, donde estés, que estás envuelto en esa Presencia de amor y de amistad.

 

Si estás en la capilla, una mirada al Sagrario te ayudará a descubrir la presencia-cercana del Señor. Si estás en tu habitación quizás te puede ayudar la imagen de un icono de Jesús y de la Virgen.

También puedes pensar que si vives en gracia eres templo de la Trinidad, en tu corazón se unen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

 

Si estás en la naturaleza que descubras todo lo creado como un regalo, donde se vislumbra que el Señor pasó “dejando prendido de su hermosura”.

 

Esta es la primera clave, muy importante y sencilla para orar. Si la oración es trato de amistad, no podemos hablar con un amigo sino lo tenemos presente. Recuerda aquel campesino que le decía al cura de Ars, impresionado por el tiempo que pasaba en la Iglesia, “yo le miro y él me mira” ¡Que amistad tan sencilla!

 

2) Aprender a rezar: Invoca al Espíritu Santo

 

Después de dedicar unos minutos a descubrir su Presencia, debemos de invocar al Espíritu Santo como Señor y dador de vida

 

Sin el Espíritu Santo no es posible la oración, pues sin Él no podemos decir: “Jesús es el Señor”, es decir, no podemos hacer acto de fe, de esperanza y de caridad. Es el Espíritu Santo el que va grabando en nuestros corazones “los sentimientos de Cristo”.

En la oración el Espíritu Santo es la luz del alma, el calor del corazón, el dulce huésped, el padre de los pobres, que acude siempre en nuestra debilidad.

 

Sería muy conveniente que aprendieses una invocación al Espíritu Santo, para que venga y habite en nuestros corazones y nos ilumine el sencillo, pero a veces arduo camino da la oración.

 

Secuencia al Espíritu Santo

Espíritu Santo, inspirador de oración
Espíritu Santo, inspirador de oración

 

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

 

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

 

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado
cuando no envías tu aliento.

 

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas infunde
calor de vida en el hielo
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

 

Reparte tus siete dones
según la fe de tus siervos
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno. Amén.

 

3) Aprender a rezar: Meditación

 

Quizás te cuesta mucho meditar. Al principio no es fácil pues estamos muy dispersos, tentados por miles de reclamos para nuestra imaginación.

 

Meditar es “saborear” todo el Amor que él Señor nos tiene. Es mirarle a Él como te mira y poco a poco ir adquiriendo un deseo irrenunciable de dejarse amar, amando al Señor con todo el corazón, con todas las fuerzas, con todo el ser. Meditar es hacer lo que hacía María que “le daba vueltas a las cosas en su corazón”.

 

Si te cuesta orar, lee el Evangelio despacio, sin prisas y allí donde encuentres luz y paz detente. Lo importante no es, ni saber mucho, ni abarcar mucho; tenemos que convencernos de lo que decía San Ignacio:

No el mucho saber harta y satisface el alma, sino el “gustar” de las cosas de Dios

 
Busca textos para meditar
Busca textos para meditar

Sería bueno que en la meditación pasemos gustando las principales verdades de nuestra fe, en comunión con Cristo vivo.

Palpar el latido de su Corazón en el nuestro. Ir poco a poco haciendo un camino de amistad, donde el Señor poco a poco va adueñándose de toda nuestra vida.

 

Existen muy buenos libros de meditaciones que te pueden ayudar a meditar. En ellos encontrarás como “puntos” que te ayudarán a centrar tu corazón en el Señor.

 

No pienses que la oración es discurrir con prisas, pensar en tensión; esto no es bueno. Es salir de uno mismo para ir al encuentro del Señor. Con la confianza plena de que Cristo nos va poco a poco enamorando, cuando creas que ya no puedes vivir sin El, es cuando tu corazón empieza a dar el fruto de una vida entregada.

 

Tiempo dedicado a la oración

Cuando medites dedica un tiempo, 15 minutos por ejemplo, (te puede ayudar el que te acompaña a descubrirlo) a estar con el Señor y, sobre todo al principio, guarda este tiempo con mucha fidelidad.

Si te dejas llevar por las primeras impresiones, ocurre como cuando te vas a bañar y el agua está fría, que al principio te “tiras para atrás”, pero cuando has vencido esa primera impresión y te has lanzado poco a poco vas descubriendo nuevos horizontes, descubres que es una auténtica gozada bucear en el “Agua Viva” del amor de Señor.

 

Medita sin prisas. Saborea y espera. No tengas agobio que poco a poco siendo fiel diariamente a la meditación, verás como el Señor cumple sus promesas y sentirás que permanece contigo, pues su gozo es “vivir con los hijos de los hombres”.

 

4) Aprender a Rezar: Da gracias.

 

La alabanza como estilo de oración: antes de terminar tu oración, da gracias a Dios por todo lo que te concede. Saber descubrir todo lo que hemos recibido de su Amor.

 
Aprender a rezar: Da Gracias
Da gracias

La alabanza expresa que no nos deja indiferente el paso de Dios por nuestra vida, que sabemos darle gracias por su obra de entrega a nosotros. La alabanza expresa que nuestro corazón está vivo, que queremos vivir en comunión con el Señor y que le agradecemos todo: la vida, el poder orar, los amigos, la Eucaristía, la Redención.

 

El estilo de orar alabando expresa que nuestro amor y confianza en El no tiene medida, confiamos que el Señor nos va transformando, que la oración nunca es perder el tiempo. Si pensásemos así es como si dos enamorados o amigos, pensasen que estar juntos es perder el tiempo; esto expresaría que el amor se ha terminado.

 

Orar con alabanza, dando gracias por todo, es aprender a querer al Señor y a vibrar por sus maravillas en nosotros. El Señor, aunque es muy humilde, nos deja el olor de su paso por nuestra existencia, nos transmite esperanza, nos mueve a la caridad. La oración sabemos que está bien hecha cuando nos empuja a vivir en la caridad, en el amor de la entrega de nuestra vida. 

 

5) Aprender a Rezar: Pedir perdón

 

Al vivir cara a cara delante de “quien sabemos nos ama”, provoca en nosotros una actitud de arrepentimiento, de mayor purificación. Es como Moisés que se descalza porque la tierra que pisa es santa. También la oración es una tierra santa que debemos pisar con amor y recogimiento.

 

En la oración el corazón se debe ir haciendo cada vez más humilde, más sencillo, más necesitado de misericordia.

 
Pedir perdón es rezar
Pedir perdón es rezar

La autenticidad de nuestra oración nos debe llevar a un dar la vida con deseos de “no aparecer”, de ser humildes, de “amar hasta el extremo”, pero haciendo al Señor Protagonista. La oración nos debe llevar a pedir perdón, a ver que no “somos nada” y, sin embargo, no nos faltará el amor apasionado del Señor.

 

¡Que gozada saber que somos amados desde siempre!

 

No podemos permanecer indiferentes, sino que la luz, que es Cristo, nos lleva a descubrir nuestra propia oscuridad y a pedirle perdón por nuestra falta de generosidad.

Santa Teresa decía que cuanta más luz se acerca a un vaso de agua, que parecía limpia, más se ven sus impurezas. Así es nuestra vida: cuanto más cerca del Señor, más nos pide el Señor que cambiemos de vida y seamos santos y esto se vive con Paz.

 

6) Aprender a rezar: pide ayuda!

 

Señal de que uno va muy bien en su vida de oración es cuando pide, porque se da cuenta de que sus propias fuerzas se le agotan. Necesitamos implorar como pobres para que el Señor nos conceda su Misericordia, necesitamos descubrir que somos amados por el Señor y que le necesitamos cada vez más.

 
Rezar es implorar al cielo ayuda
Rezar es implorar al cielo ayuda

La vida interior es más auténtica cuando más necesitamos del amor del Señor, hasta llegar a estar como un niño que duerme confiado en brazos de su madre, porque sabe que todo lo recibe del amor de quien tanto le quiere.

 

Llamar, implorar, pedir con la confianza de que “se hace camino al andar”. Si el hombre es “único e irrepetible”, nuestra historia de relación personal, de comunicación con el Señor es “única e irrepetible”. Nadie lo puede hacer por mi.
¿Entonces que hacer? Pedir al Señor con confianza, esperarlo todo de su Amor. Descubrir que la oración se hace poco a poco, confiando en que el Señor nos lo dará.

 

 ¡Ojala sea tu oración confiada!

 

Exígele a tu Padre Dios, con humildad y confianza que te de el don de la oración. El está deseando darlo a sus amigos.

 

EPÍLOGO

 

Como ves, orar no es difícil, aunque tampoco fácil…. Facilita la oración cuando se desea un trato de amor-amistad con el Señor.

 
El resultado de la oración
El resultado de la oración

Ya ves que es muy importante no dejarse vencer por las primeras impresiones. Los obstáculos en el camino no son para quedarse derrotados en ellos, sino para superarlos con confianza y paciencia.

 

Debemos tener la oración como la cita diaria de amistad. El no falla nunca, es puntual, aunque se deja desear. Nunca nos defraudará y nos sorprenderá con todo el ardor de su amor.

 

Si fijas los ojos en Cristo, tu oración se irá haciendo cada vez más deseada, más necesaria. Con la oración debemos ser muy fieles al tiempo establecido. No es buen consejo el que la dejes a cómo te encuentras, si tienes ganas, o si te dice “algo”. Orar es ir más allá del sentimiento, es acrecentar la fe que se va poco a poco desarrollando como semilla en tierra buena.

 

Cuando te canses en la oración, no dejes de mirar, de confiar, de esperar. ¡Que verdad tan consoladora la de San Agustín! “Si cuando Tu me buscabas yo te huía, ahora que yo te busco cómo no se va a dar el encuentro”.

 

Por último: aprender a rezar en los Grupos de Oración del Corazón de Jesús: la mejor escuela de oración.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *